Estoy en una constante búsqueda,
búsqueda de mi misma, del sentido de la vida.
Este proceso de los mandalas me ha permitido encontrar mi centro,
tengo la sensación en mi pecho, como si una flor quisiera salir.
Fui a una meditación en la cual entrabas en un laberinto,
lo caminabas y transitabas a veces solo, otras acompañado.
Te encontrabas con gente que estaba regresando
o con gente que estaba antes que tú.
Solo había un camino para llegar al centro y,
por ese mismo camino, salías.
Fue una meditación que te llevaba al centro individual y colectivo.
Ese laberinto era también un mandala,
y la forma en la que lo transité,
siento que, es la manera en la que camino por la vida hoy.
Los colores brotan, la sonrisa se hace presente
y el sentimiento de gratitud no falta.
A veces cuesta mantenerse en equilibrio
pero siempre llegas a tu centro.
A veces te tomas el tiempo de quedarte en un lugar,
a veces avanzas más acelerado.
La sensación que me acompañó siempre:
Alegría, ganas de bailar, amor incondicional, gratitud y entrega.
Todo esto quiere florecer para darlo sin límites, ni restricciones.
Al final del camino todos somos iguales,
somos parte de un todo y ese todo volveremos a ser.
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